La instalación, que consta de un proyector situado dentro de una vitrina cerrada sobre una peana blanca anclada al suelo, tiene delante un aviso en el suelo que reza el siguiente oxímoron: Obra interactiva: NO TOCAR. Desde este ‘fortín inexpugnable’ se proyecta un vídeo sobre la pared, en el que se pueden leer frases que la propia obra ‘escribe’ al espectador en tiempo real, animándolo a desconectar o incluso destruir la pieza, para que acabe así con su vida de sufrimiento dentro de la cárcel que es la propia obra en si.
La pieza, que pretende un diálogo con el espectador a través de una llamada de auxilio, genera un debate alrededor de las muchas posibilidades del arte contemporáneo y su circunscripción a los espacios expositivos, así como la forma en que consumimos cultura en general. Esta obra ofrece una reflexión en los márgenes de lo establecido dentro de los sistemas artísticos y culturales, y plantea una resolución radical a un problema muy complejo que gira entorno a la participación pasiva del espectador ante la obra, apoyándose en temas que requieren de un posicionamiento activo de la persona, como son la inteligencia artificial, la eutanasia o la solidaridad.
La intención de esta videoinstalación es remover la conciencia del espectador, haciéndolo sentir muy incómodo ante una situación completamente nueva para la persona, en la que una máquina pide ser destruida en un contexto absurdo al estar sumamente protegida físicamente, pero donde la corrección y el grado de civilización del espectador en un contexto expositivo, impedirán hacerlo.
La pieza fue galardonada con el premio Plástika19 y expuesta en el Museo do Mar de Galicia en enero de 2020